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MORENA, SIN LÍDER NI LIDERAZGO POLÍTICO

COLUMNA Prosa aprisa #Columnas

MORENA, SIN LÍDER NI LIDERAZGO POLÍTICO


Prosa aprisa

Arturo Reyes Isidoro

Resulta que ha llegado la hora de hacer el caldo de pollo. Se han hecho los preparativos a tiempo. De pronto, el agua que se ha puesto en la lumbre ha empezado a hervir, ¡y todavía no hay pollo! Si no se actúa pronto, el agua se va a consumir y aquello saldrá mal. Lo peor, los demás invitados al festejo han llegado puntuales y están botaneando ya, ellos ya tienen su propia celebración.

Uso este símil para tratar de reflejar lo que está pasando en Morena. En pleno proceso electoral, cuando en todos los demás partidos políticos están actuando, definiendo y haciendo sus propuestas para los cargos de elección popular que están en disputa, en el partido de AMLO y Cuitláhuac en Veracruz la división está en pleno apogeo y todavía no tienen nada en concreto.

Los morenos, dan pena.

La situación que prevalece es muestra de una sola cosa: no hay control político, porque no hay líder ni liderazgo político, ni partidista ni de gobierno.

Vengo observando la pugna y sus efectos.

Lo que refleja todo es un descuido por falta de oficio político debido a la inexperiencia de quienes llegaron a la cúpula del poder. Se ve que viven de sus glorias pasadas… inmediatas.

Esto es, muchos, o casi todos, o de plano todos, llegaron al poder como el burro de la fábula que tocó la flauta: por casualidad, arrastrados hacia arriba por la ola llamada Andrés Manuel López Obrador, no porque supieran y fueran duchos sobre la tabla de surf. Muchos ni siquiera sabían nadar y todavía no han aprendido.

En el morenismo de Veracruz viven todavía en la creencia de que lo que se llamó el efecto López Obrador va a ser permanente, creen que se va a repetir el 6 de junio solo porque el amado líder está ahora en la Presidencia, y se nota que durante dos años se han echado a la hamaca. No saben que nunca, nunca un proceso electoral es igual a otro.

Porque el pleito interno transluce muy bien que, como dijera aquel folclórico cacique guerrerense, Rubén Figueroa, su caballada está flaca. Cuando los partidos más fuertes de la oposición tienen muy avanzadas sus listas de a quiénes propondrán para diputados (federales y locales) y presidentes municipales y muchos ya andan en precampaña, en Morena corrieron un mes más el plazo para decidir y decir quiénes serán, como si el tiempo no contara en política.

Dos botones de muestra bastan para exhibir cómo no tienen “cuadros” políticos competitivos propios, a quiénes postular, surgidos de sus filas, morenos “puros” como ellos quieren, de sangre guinda, tan sectarios como son: Ricardo Ahued Bardahuil y Elízabeth Morales García.

Ambos surgieron a la vida pública en el priismo. Uno a tiempo y con la mayor decencia se retiró inconforme con los vicios y malas prácticas de su partido de origen, luego se adhirió al movimiento del ahora Presidente y ha recibido una invitación pública de morenistas “puros” para que sea candidato; y la otra, inexplicablemente no ha renunciado en forma abierta al partido que la encumbró, cuando también abiertamente busca la postulación del partido en el poder, asume que recibió una invitación para hacerlo de uno de los dos líderes en pugna y promueve una encuesta para tratar de demostrar que ella sí tiene con qué.

¿Dónde están los morenistas “puros”?

Cualquier otro gobernador (antes del actual han sido priistas y uno panista, pero también de origen tricolor), desde el momento de su triunfo el día de la elección hubiera empezado a detectar futuras potenciales piezas humanas políticas para el proceso electoral que seguiría y llegaría tres años después.

Incluso, ya en el ejercicio del gobierno, hubiera no solo asumido el control de su partido, por mucho que repitiera que iba a respetar su vida interna y no se involucraría, sino también empezado a preparar, en municipios y distritos, a quienes serían sus candidatos, hombres y mujeres de su confianza, hechura suya, para que además de que lo representaran, así como a sus intereses, le cuidaran la espalda a su salida y cuando ya estuviera fuera del poder.

Se ve que don Cuitláhuac no movió un solo dedo, no hizo la tarea y faltando 10 para las 12 se sacó de la manga a un colaborador suyo para que asumiera la dirigencia formal de su partido y llevara el proceso de selección de candidatos, algo hasta ahora fallido. Lo improvisado o hecho a la carrera de última hora nunca sale bien.

Sus listas de candidatos, cuando las den a conocer, nos dirán qué tan fuertes son sus “cuadros”, qué tan preparados están para ser competitivos, cuántos han surgido del cutilahuismo, aparte a ver si ganan.

El responsable político en el Estado es el gobernador, también de su partido. Pero demos por hecho que el señor está gobierne y gobierne (¡ejem, ejem!, rascándose la barbilla) y no tiene un solo respiro para nada más. Pero entonces, ¿dónde está el operador político?, ¿el llamado segundo de a bordo, quien debiera tener todos los hilos en los dedos de sus manos?

Aparte de amenazar a alcaldes del PRD para que los ayudaran a ganar, no se sabe nada del Secretario de Gobierno. Para no exponer al gobernador, él es quien, con toda autoridad, debió haber dado un manotazo sobre el escritorio y puesto en su lugar lo mismo a Esteban Ramírez Zepeta que a Gonzalo Vicencio Flores, además de marcarles la línea a seguir, por una misma ruta, derechitos.

En Xalapa no solo uno sale a desconocer al otro y a desautorizarlo, sino que ayer un problema que no debió rebasar el ámbito doméstico se extendió y escaló hasta las oficinas centrales en la Ciudad de México y alcanzó espacio en los principales medios informativos.

Ya me imagino al Presidente, a doña Olga Sánchez Cordero, a Mario Delgado, a Marcelo Ebrard, a Alejandro Encinas (estos dos últimos están bastante preocupados por lo que pasa en Veracruz, en especial el último), viendo el desorden político que hay en el Estado, la falta de control y de autoridad por parte del gobierno de su partido, la división estando ya en pleno proceso electoral y anticipando desde ahora que tendrán los peores resultados.

Para colmo, ellos mismos se acusan de malas compañías, de que se han aliado con partidos rémoras que están a punto de postular a verdaderas fichas del duartismo.

Esa es la realidad de un partido que no es más que puro cascarón, lo que explica por qué no hay pollo para hacer caldo de pollo. Mientras, la oposición, contenta, observando todo de reojo y aplicando aquello de que mientras veas que tu enemigo está cometiendo pendejadas, no lo distraigas.

Parece que han olvidado o no les preocupa que si pierden el control de la mayoría en el Congreso local, a la diputación opositora que llegue le tocará la salida del gobernador en 2024. ¿Alguien cree que lo van a despedir con aclamaciones, con bombo y platillo, con confeti y serpentinas y le van a poner encima una corona de laurel?

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