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LA HACIENDA DE MONTEPÍO

Viejo relato de “Fito” Olvera sobre la Hacienda de Montepío #Columnas

LA HACIENDA DE MONTEPÍO

Rodolfo Olvera Carrión

Montepío es un caserío de nuestra costa que como centro vacacional tiene lo necesario para disfrutar de un saludable relajamiento físico y espiritual. Antiguamente se llegaba saliendo por la calle hoy Jaime Nunó continuando rumbo a Abescoma para subir al Vigía en medio de un monte cerrado saturado de la alegre sinfonía de infinidad de aves canoras que llenaban el ambiente con inmensa variedad de tonos.

En el camino era común encontrarse con animales silvestres que hoy de hecho ya no existen o quedan muy pocos, jabalí, venados, faisanes, “marines”, una especie de puerco cimarrón que deambulaba en piaras de 100 o más ejemplares, la cacería irracional y la deforestación terminaron con estos animales.

En la cumbre del Vigía había un claro rodeado de troncos que servían de asientos, un fogón con buena dotación de leña para calentar el itacate, un árbol de tronco hueco donde se llenaba con el rocío, además de unos carrizos cuyos canutos contenían también agua, también era común encontrarse un tenate en el fogón, con sal, chile, limones, y otros sobrantes que el paseante de regreso dejaba para el siguiente. Se alojaba en la casa grande como se le llamaba a la construcción principal de lo que fue la Hacienda de Montepío; disfrutar de sus playas y sus ríos, el Cocal y subir al cerro del Borrego y contemplar las aguas profundas del cantil y la inmensidad del océano es un regalo que aún podemos disfrutar.

Puedo asegurar sin temor a equivocarme que la costa que corresponde a San Andrés es la más panorámica de todo nuestro litoral; el faro de Roca Partida que por cierto es el más alto de todo el Golfo, la cueva que está debajo donde el mar penetra muchos metros sin que se pueda ver absolutamente nada dada la obscuridad absoluta, el boulevard natural de Arrollo de Lisa cundido de aguacates y palmeras amenizarse con unos cocos con Ginebra y colgar una hamaca es como viajar al paraíso a muy bajo costo. El desarrollo turístico de la región está en pañales, nos falta mucha infraestructura que proporcione al turismo de billetes el confort necesario comenzando con las comunicaciones, el camino “carretero” está como para llorar, autoridades van y vienen y el resultado es cero al cociente.

Nuestra región es rica en todo sentido, la naturaleza volcó el cuerno de la abundancia dotándonos de ríos, montañas, lagunas, cascadas y podemos presumir que por dondequiera se verá el verde de todas sus tonalidades pero no lo apreciamos porque para nosotros es algo normal.

Regresando a Montepío, por su posición estratégica para San Andrés, campechanos acaudalados fundaron la Hacienda que producía azúcar, piloncillo y aguardiente, “El Pailebot” efectuaba viajes clandestinos a Veracruz transportando los productos; los guardas aduanales de Alvarado sospecharon que por ahí se contrabandeaba, el Pailebot fue incendiado intencionalmente, el gobierno confiscó la hacienda y vino el caos.

Los trabajadores quedaron al garete siendo del estado de Campeche viniendo a San Andrés en busca de ayuda para regresar, don Saturnino Rueda que fuera administrador no pudo hacer nada por ellos; el ayuntamiento de San Andrés les proporcionó alimentación y albergue en el barrio Lerdo y en la Semana Santa de 1879 las familias campechanas de referencia se asentaron en dicho lugar y desde entonces a la fecha se conoce como el barrio de Campeche siendo descendientes de Mayas; sus apellidos y costumbres aún persisten Kanul, Chan, Cobá, y otros son comunes en el barrio.

El cultivo de hortalizas, flores y las sabrosas cebollas moradas, son de factura indiscutible de los descendientes del Mayab.



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