EL EXTRAÑO ENCUENTRO DE LA TIA PLATONA
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EL EXTRAÑO ENCUENTRO DE LA TIA PLATONA
Del Cronista…
Salvador Herrera Garcia
Se llamaba Platona García. Vivió en las primeras décadas del siglo pasado en la Villa de Catemaco, y se distinguió por su carácter fuerte y decidido, no sujeto a los convencionalismos de su época.
Soltera, heredera de regular fortuna, la tía rebasaba los 60 años y cultivaba aficiones un tanto excéntricas: beber buen licor, fumar del mejor tabaco… y su antiguo oficio de talladora de baraja…
El juego la llevaba a cualquier feria en los pueblos cercanos. No faltaba a ninguna velada o jugada, siempre retando a los tahúres a que jugaran o apostaran con ella. Y generalmente tenía a la suerte de su lado. Era común verla regresar de alguna mano, a altas horas de la noche, montada en su caballo.
La tía Platona era muy conocida porque pertenecía a una familia de raigambre y por sus aficiones ya reseñadas. Pero, además, todos en el pueblo la respetaban por haber protagonizado un extraño episodio que nadie ponía en duda, dada su fama de mujer íntegra y seria a carta cabal. Así narraba el extraño acontecimiento…
Una noche de plenilunio, al retornar de una jugada que le dejó buenas ganancias, encontró a un extraño sujeto sentado en el corredor de su casa.
A la luz de la luna vio al forastero vestido de manera rara y cubierto con una capa de terciopelo rojo. El rostro barbado y el cuerpo enjuto correspondían a un anciano; la mirada perdida escudriñaba la oscuridad, como divisando más allá del horizonte.
Ella, temerosa de que fuera un tunante dispuesto a robarle sus ganancias, desenfundó el machete que siempre llevaba consigo, se encaró al hombre y le dijo:
-Buenas noches tenga, forastero. Dígame qué desea y hacia dónde se dirige.
El hombre la miró de frente y respondió:
-No temas, buena mujer. Guarda tu machete y no me mires raro. No vengo a causar mal. Ando por el mundo sin destino y sin paz… Traigo un cansancio de siglos…y mi andar es largo…
Platona, sorprendida, contestó:
-¡De una buena vez, déjate de historias! ¿Dime quién eres y qué pretendes?
-Soy el Judío Errante- declaró contundente el hombre-. Por favor, dame agua… estoy sediento y tengo que llegar a Constantinopla…
-¡Ya estoy curada de espanto!- replicó la tía- ¡Pruébame que dices la verdad!
Entonces el extraño se incorporó, expuso su humanidad contra la luz de la luna y dijo con voz pausada:
-Está escrito en el arcano “irás sin sombra por el ancho mundo”. Y… mira. ¡Convéncete!... mi cuerpo no proyecta sombra… Pero, por favor, dame agua…
Platona bajó la cabeza, buscó la sombra del hombre en el reluciente empedrado… y no la había. Un escalofrío la estremeció y se contuvo. Fue hasta el pozo y tomó el balde de agua.
Regresó al sitio del encuentro y no había nadie. Su extrañeza hizo que soltara el recipiente con agua y volvió a sentir escalofrío. A lo lejos ladraron unos perros; quizás denunciaban el paso del extraño que, seguramente, ya iba rumbo a Constantinopla.
Después del suceso, la tía enfermó. Varios meses duró el mal, manifestado en tristeza, miedo y carencia de sueño; era el “espanto”, decían. Y la incrédula Platona consintió que su amiga la bruja Carolina la curara con limpias e infusiones…
Al recuperar la salud retornó a su vida habitual. Ya no sólo era la “parrandera y jugadora”, era también la mujer que tuvo el privilegio de haber hablado con el Judío Errante. Y ella se regocijaba narrando la historia.
Años después, cuando murió la tía Platona, la villa se conmocionó… Y cuentan que luego del concurrido entierro, una tarde gris y lluviosa, el camposantero vio a un desconocido anciano, cubierto con una capa roja, que jugaba a las cartas sobre la recién abierta tumba de la tía.
(©shg.)
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