EL CERRITO...
COLUMNA Del cronista… #Columnas
EL CERRITO...
Del cronista…
Salvador Herrera Garcia
Así nombramos a esa pequeña elevación, emblemática de Catemaco, situada en un sitio que, en el pasado no tan lejano, fue límite del asentamiento original del poblado...
En ese punto el caserío se difuminaba entre huertos y el extenso llano de “el rodeo”. De ahí, hacia el oeste, partía la carretera a Veracruz.
Y hacia el norte comenzaba el camino del Arenal, donde decían que habitaba el diablo, entre las boscosas laderas de los cerros Mono Blanco y el de Las Animas o Puntiagudo.
Más allá se divisaba el volcán San Martín, con sus tres picos coronados de nubes.
Los orígenes del Cerrito” se pierden en la noche de los tiempos. ¿Es milenario o centenario?... Se desconoce su edad. Tal vez es producto natural de la intensa actividad volcánica de la zona.
Quizás se trata de una obra humana, un adoratorio levantado por individuos de alguna antigua cultura prehispánica, o tal vez, erigido como atalaya para vigilar la entrada y salida del poblado.
El Cerrito está desafiando al tiempo. Aunque ha sufrido varias horadaciones, para averiguar el contenido de su forma cónica, sin resultados positivos, podemos decir que en su larga vida ha sido respetado por la comunidad.
Es un excelente mirador que nos permite contemplar una panorámica esplendente del lago y del pueblo…Cuente una leyenda que dese su altura, la Viregn del Carmen -patrona del poblado- vigilaba sus muchas propiedades.
Por los años 50, al ser paso obligado a la escuela primaria Miguel Alemàn ubicada en el rodeo, el Cerrito era preferido sitio de recreo infantil.
Para los chamacos, escalar su breve altura y llegar a la meseta era un triunfo. Y valentía era dejarse rodar desde la cúspide cuesta abajo, hasta la calle. Ya imaginará el lector el lamentable estado en que quedaban la ropa y los útiles escolares...
En esos años pocas casas había en el lugar. Los alrededores del montículo eran espacios amplios y libres, poblados de berenjenales y maleza alta, donde proliferaban conejos y variedad de avecillas.
Con frecuencia, en la plazuela, a la vera del Cerrito, acampaban clanes de gitanos, destartaladas ferias y pequeños circos de raídas carpas... Ahí bajo los mugrosos y malolientes toldos los niños de entonces gozamos los títeres de hilo, los perritos amaestrados…
Y las famosas tandas con cantantes y músicos desafinados, así como magos y faquires, que a la vez eran tristes payasos y maromeros de rotas mallas.
El Cerrito ha sido respetado…Que sepamos, nadie ha mencionado derribarlo, aunque intenciones no faltarán por ahí de destinar el sitio a algo más “útil”. Sin embargo, ha sufrido acciones atentatorias a su original característica…
Hace años un alcado mandó construir en la cima una horrenda “caseta turística” que jamás funcionó; ha sido oficina y bodega de la limpia pública. Y ahora -cual capilla- aloja una imagen religiosa. Incongruencia total.
Bueno sería recuperar el área. Restaurar, embellecer y respetar su originalidad. Despejar el entorno de puestos y de sitio de taxis. Derribar la inútil caseta, dejar libre la cima y habilitarla como mirador del paisaje... Habrá que olvidarnos un poco del cemento y reforestar el espacio circundante.
Catemaco padece la aridez del cemento, carece de jardines y espacios públicos verdes, arbolados, donde pasar un rato de amable descanso. Por qué no darle al Cerrito la categoría de Parque Público Protegido, orgullo de nuestro pueblo.
El Cerrito forma parte del patrimonio catemaqueño. Está hondamente ligado a la historia y a la vida del pueblo. Es punto importante y referente de la vida citadina…
Es un respiro visual y afectivo en el gris paisaje urbano del concreto…
¡Rescatemos y devolvámosle su característica original de sitio amable y grato… ¡ No lo dejemos perder …¡
©shg.
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