DULCE RECORRIDO… Mínimas Historias…
COLUMNA DEL CRONISTA #Columnas
DULCE RECORRIDO… Mínimas Historias…
DEL CRONISTA
Salvador Herrera García
A temprana hora de tardes ya lejanas, doña Eloísa emprendía su dulce recorrido.
Mujer ya entrada en años, muy limpia, envuelta en su reboso y cargando una gran canasta. Iba por las calles catemaqueñas, tocando puertas, despertando y halagando gustos al grito de “¡No va a querer dulces…!”
Su carácter fuerte, y a veces ríspido, contrastaba con la dulzura de la mercancía, que ella misma elaboraba para ganar el diario sustento. Sin embargo, siempre era bien recibida porque ofrecía a los exigentes y golosos paladares una deliciosa variedad de bocadillos cuidadosamente acomodados en el cesto y bien cubiertos por impoluta servilleta.
Un mundo de sabores, aromas y delicias surgía de la canasta… Gaznates, merengues, charamuscas, masafinas, melcochas, cocadas, alfajores de maíz, polvorones, tecoyotes, caramelos…
Dulces de toronja, de coco, de tamarindo, de leche, de papaya, de coco con piña, con leche, con piloncillo o cacahuate, niño envuelto, galletitas… Exquisiteces que al sólo pensarlas o nombrarlas “hacían agua la boca”.
Eran golosinas representativas de la confitería regional, dignas de regias mesas o de muestras internacionales. Y que nadie elaboraba bien y sabrosas como esa señora, de cuyas manos parecían brotar delicias.
A nadie heredó doña Eloísa los secretos del arte de la harina, del turrón y del azúcar.
Cuando murió, las tardes catemaqueñas perdieron dulzura.
©shg
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