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CONIAPAN

COLUMNA Del cronista… #Columnas

CONIAPAN

Del cronista…

Salvador Herrera Garcia

Coniapan, “lugar de ranas”. Era un bajial sembrado de zacate situado al sureste del aún pequeño pueblo de Catemaco, colindante con un extensa playa del lago y próximo a la “Punta de la pesquería”. Era el hábitat de miles de batracios que a toda hora, sobre todo por las noches, dejaban escuchar en concierto su croar de muchos decibeles.

Grandes, medianas, pequeñitas; verdes, pardas, negras o blancuzcas, las ranas saltaban entre el lodo y el zacatal, pepenando mosquitos y croando. Para los niños era una aventura adentrarse en ese solar tupido de zacate para cazar ranitas; tarea nada difícil, dada su abundancia.

En tiempo de secas o de lluvias, las ranas y sapos que “vivían cantando junto a la laguna” –según la canción de Zitarrosa- desparramaban a los cuatro vientos su “croac croac croac...” El canto se acentuaba en época de suradas, cuando el viento lo desparramaba por todos los rumbos del pueblo.

Los pobladores estaban acostumbrados a ese permanente concierto y a las serenatas nocturnas que se originaban en el zacatal de Coniapan.

Pero un día, llegó el progreso, el lago sufrió serias modificaciones. Las playas fueron arrasadas para construir el malecón. Entonces desapareció el zacatal y con él las ranas. El sitio que fue su refugio desde tiempos ancestrales, es ahora zona urbana y ahí un hotel rescató el nombre de Coniapan.

Sin embargo, cuando cae la tarde, por esos lugares, a orillas del lago, es posible –para alegría de los niños- observar los saltos y escuchar el croar de algunos sapitos y ranitas que retornan al paraje de Coniapan... buscando su lugar de origen.

©shg.



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