"EL MERCADO MUNICIPAL I"
"EL MERCADO MUNICIPAL I"
HÉCTOR CÁRDENAS ESCOBAR +
OCTUBRE 1996
En los inicios de este siglo y un poco antes aún, las compras para el consumo de satisfactores diarios debían realizarse en su mayoría directamente en las casas de familiares, o en los escasos tendejones que en algunas de ellas habían, entre los que nebulosamente se recuerdan allá por 1880, los de Don Juan de Dios Absalón Figueroa y Don Gabriel García, nativos de este lugar; así como los de Don Ramón Herrero y Don Francisco Slick, originarios de España y Bohemia Alemania respectivamente; la escasa mercancía que expendían, era surtida tanto en el abasto local, como en San Andrés Tuxtla, aunque esporádicamente -según nos relataron los ancianos en nuestra infancia- se hacían viajes en recuas para traerlas directamente de las bodegas de Alonso Lázaro primero y Palo Herrado posteriormente: yutes de catres, petates, clavos, herramientas de carpintería y campo; géneros y algunos escasos lujos. En aquellos tiempos la alimentación se concretaba además de las especies de la laguna y las “carnes de monte”; al consumo de huevos y gallinas domésticas; frijol, maíz que era procesado en metates y escasos molinos de mano, arroz que se cultivaba en los llanos de Olotepec; el tomate, chile y el cebollín -ya que ni el jitomate, ni la cebolla se conocían- eran cultivadas en los corrales de las casas, o en los linderos de las milpas cercanas y la manteca -el aceite era desconocido- y el café tostado y molido procedían en su mayoría de la sierra de Soteapan, zona con la que se practicaba regular intercambio comercial; el chocolate era de manufactura local restringida a escasas familias y la leche era conseguida en las ordeñas particulares.
En las últimas décadas de 1800 el Municipio contó con una fabrica de puros instalada sobre la calle “Del Carmen” -hoy Madero- que eran vendidos “al exterior”; más para 1900 esta pequeña factoría, de la que en otra ocasión vale la pena hacer una reseña, había desaparecido. Por estas mismas fechas hace su aparición al final de la misma calle “Del Carmen”, frente donde hoy se ubica la casa de la familia Ortiz Riveyro, un trapiche de considerable dimensión, propiedad de los franceses Mauricio y Julio Albert, que en la villa fueron conocidos como los Rusos, donde se producía además de alcohol y aguardiente, una azúcar “limpísima” en cantidad necesaria para cubrir las demandas del pequeño pueblo; piloncillo en dos tamaños, el más pequeño que se expendía en la localidad para endulzar el café, elaborar dulces de coco, melcocha o calabaza, jerez con ciruela pasa, o simplemente para degustar como caramelo, las piezas más grandes eran transportadas hasta Alonso Lázaro para “exportarse a los Estados Unidos”, justo a este trapiche, llegó procedente de San Andrés Tuxtla el primer automóvil que conocieron los lugareños de Catemaco en el primer lustro de los años veintes.
Simultáneamente con los inicios de la Revolución, se instala en pleno centro de la población, en la actual esquina de Madero y Boettiger, la tienda de abarrotes de los hermanos Ricardo y Gervasio Villa, industriosos españoles que impulsaron la venta de ultramarinos; cervezas de nacionalidad alemanda e inglesa, envasada en botellas de cerámica -de las que se conservan bellas piezas- para el consumo mayormente de los residentes extranjeros en este lugar; perfumes, latería -sardinas o machacos como se les designaba- acaparamiento de piaras oriundas de la sierra, frijol, maíz -la arroba de este último costaba veinte centavos en 1920- a más de elaborar ellos personalmente para su expendio camisas de rodadillo (manta) y alpargatas de tela y yute. En el corredor de la tienda de los Hermanos Villa aparecieron las primeras carnicerías públicas, donde inicialmente colgaban los cuartos de las reses Don Domingo Gracia para alternar posteriormente con Don Serafín Flores y Don Gabriel Cárdenas. Esta tienda que llenó toda una época, tuvo un florecimiento increíble hasta su cierre en 1934 por la muerte de Don Gervasio Villa y el retorno de Don Ricardo a su país natal. En el mismo género de producción de calzado, se introducen en 1922 dos señores procedentes del estado de Oaxaca, probablemente del Istmo, uno de apellido López y el otro Villamar, ellos, con las herramientas y maquinarias que trajeron, satisficieron las necesidades de sandalias, huaraches y zapatos rústicos que se cotizaban a cinco pesos par, hasta que el aumento de requerimientos fue ampliado y gradualmente por los envíos que de este género apartaba el ramal de San Andrés Tuxtla y los recién llegados talabarteros como doña Jerónima Muñoz.
En la cuchilla baldía que hoy se localiza entre las calles Carranza y G. Mantilla, instala una surtida tienda a principios de siglo Don Luis Delón, inmigrante francés avecindado y casado con una dama catemaqueña; y aunque hasta el momento actual Don Luis ha sido olvidado en la vorágine del tiempo, tuvo la satisfacción de dar formación familiar y educativa con el producto de su negocio, al primer profesionista y político estatal catemaqueño, el Lic. Adolfo Moreno; el Sr. Delón con su tienda y procedencia extranjera, cumplió funciones similares a los primeros abarroteros de allende el Atlántico; pero tuvo sobre otros la oportunidad de la continuidad, ya que por sus nexos con la familia Moreno, dio margen a la gestación posterior de dos importantes comercios, uno continuado hasta el presente: “La Cooperativa” de Don Indalecio Moreno (1938) y los billares “Las Brisas” de Don Agustín Moreno A., hoy convertido en hotel.
En el horizonte de la microhistoria local, destellan multitud de personas y aspectos inherentes al tema, que infortunadamente por hoy deben palidecer ante el limite de espacio, dedicado al origen de un centro de abasto comercial, que tuvo sus inicios en la forma que se ha visto; y que logró su consolidación como esperamos nos sea permitido relatar en la próxima ocasión.
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