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YUNES SE VA PERO NO SE VA

Prosa aprisa

Arturo Reyes Isidoro

En el pasado no muy lejano se volvió una tradición que los gobernadores de Veracruz pasaran a una especie de retiro nada más dejar el cargo.

Aparecían esporádicamente en el Estado pero guardaban prudente silencio, no se involucraban más en los asuntos de Veracruz aunque a veces en el reparto de posiciones en el nuevo gobierno y de candidaturas a cargos de elección popular se les hacía alguna concesión colocando o postulando a un recomendado suyo.

Tal vez el más emblemático de todos los exgobernadores que cayó en un ostracismo total por voluntad propia fue Patricio Chirinos Calero, de quien nunca se volvió a saber más desde que dejó el cargo en 1998 ni se le volvió a ver en público.

Quien empezó a romper esa tradición fue Fidel Herrera Beltrán, enfermo de poder como estaba o está, pues intentó ser el poder tras el trono cuando entró como gobernador su hijo putativo Javier Duarte y no tuvo ningún pudor en reaparecer en público dos meses y dos días después de que había dejado el cargo.

Fue el 2 de febrero de 2011 cuando faltando a las más elementales reglas no escritas de la política llegó a Tlacotalpan a compartir con Duarte el presidium principal de las fiestas de La Candelaria olvidándose que ese derecho le correspondía solo al gordo por aquello de que el poder no se comparte.

De Duarte nunca se sabrá cómo se hubiera comportado como exgobernador porque huyó antes de entregar la administración pública hasta que cayó preso.

Y ahora, Miguel Ángel Yunes Linares, hasta este viernes gobernador, pretende seguir los pasos de su más odiado enemigo político y personal (parece que ya lo desplazó Andrés Manuel López Obrador) pues no oculta que seguirá interviniendo en la vida pública de Veracruz.

Se han odiado tanto Fidel y Miguel aunque casi son como dos gotas de agua: el Tío Fide impuso a su hijo putativo y Miguel pretendió enjaretarles a los veracruzanos a su vástago mayor pero la mayoría se lo impidió luego de la amarga experiencia de la herencia Fidel-Duarte.

El 9 de julio cuando por fin aceptó lo que había sucedido en la elección del 1 de julio y por fin salió a reconocer el triunfo de Cuitláhuac García Jiménez, dirigió un mensaje cuyo remate estuvo coronado por una advertencia: “Que quede claro, la lucha sigue”.

Y es que como padre le “dolió muchísimo”, le “sigue doliendo” la derrota de su hijo.

Apunté ayer en “Prosa aprisa” que le gana el sentimiento, que lo domina el amor por su hijo, como lo refleja la última entrevista exclusiva que le hicieron en la que declaró que no tiene la menor duda de que “Miguel es la persona mejor preparada para gobernar”, cegándose a ver a otros panistas y a otros veracruzanos con iguales o mayores méritos.

Su amor paternal, la espina que le clavó el morenismo el 1 de julio lo mueve ahora a seguir los pasos de Fidel Herrera en lugar de imitar a su mentor político Rafael Hernández Ochoa y a su protector Patricio Chirinos Calero: escoge volver a la plaza pública para convertirse en opositor crítico de Cuitláhuac en lugar de optar por el retiro para disfrutar de todos los frutos que cosechó a su paso por el poder.

Por lo que dijo a la reportera Paz Ramírez, iría más allá de la crítica al nuevo gobernante “.. si lo que estoy viendo no me parece, entonces usaré las credenciales de opositor congruente y las haré valer en su momento”. ¿Cómo? No especificó, pero cabría pensar que el nuevo gobernador lo tendrá encima.

Por eso ya no sorprendió ayer cuando luego de su comparecencia declaró a los reporteros que su próximo reto será que dentro de seis años Veracruz tenga un gobernante “a la altura de su grandeza y de su potencia”. Solo le faltó decir: “como Miguel”.

A la media noche inicia la carrera por la sucesión

A la media noche, en el primer minuto del sábado cuando Cuitláhuac García rinda protesta como Gobernador Constitucional, se iniciará también la carrera por la sucesión en 2024. Así ha sido y así es.

El ya mañana exgobernador Yunes Linares lleva como su gallo a su hijo Miguel Ángel, aunque para entonces tendrá ya otra carta: su otro hijo, Fernando, actual alcalde de Veracruz (el senador Julen Rementería prefirió someterse a él apoyando a José Mancha para que continúe en la dirigencia estatal del PAN en lugar de optar por su propio camino apoyando a Joaquín Guzmán Avilés, donde tendría más libertad y posibilidad de competir).

En el PRI (si es que no lo abandona y se cobija en su futuro nuevo partido, Alianza Generacional) hasta ahora quien ya trabaja entregando apoyos en diversos puntos del Estado aprovechando su condición de senador es Héctor Yunes Landa. Pero no se ve quién más quiera entrarle al juego cuando el tricolor está más que de capa caída y no tiene recursos para una empresa de tal envergadura.

Por ahora no se ve quiénes puedan abanderar al PRD, al PVEM, al PT, al PES, a MC, a Nueva Alianza, que perdió su registro nacional pero será partido estatal, y a Podemos, que para entonces ya será un partido constituido.

Sin embargo, de arranque la caballada gorda está en Morena. Serán opciones la nueva Secretaria de Energía Rocío Nahle, el superdelegado Manuel Huerta, el nuevo Secretario de Gobierno Eric Cisneros y el senador Ricardo Ahued Bardahuil, todos en el ánimo del presidente Andrés Manuel López Obrador.

(Por cierto, el senador Ahued impulsó con éxito la modificación del Decreto del artículo 113 fracción III del Código Fiscal de la Federación para evitar que se criminalice a los pequeños y medianos comerciantes. Fue tan sólida su argumentación que evitó que se tipificara como delito grave, con pena de prisión, una omisión o error en la legibilidad de alguna factura de cualquier monto. Sin duda, es un legislador callado pero efectivo, de resultados).

Cualquiera que sea ungido tendrá una gran ventaja sobre los demás: contará con el apoyo del gobernador pero también del presidente. Y no se duda que muchos de los chiquitos terminarán aliándoseles.

Expectación por la transmisión de poderes

Mi percepción personal es que desde que el presidencialismo del PRI estaba en la plenitud del poder no se había generado tanta expectación por la transmisión de poderes como la que hay para la ceremonia en la que Andrés Manuel López Obrador recibirá la banda presidencial.

La atención de los mexicanos seguramente estará centrada en todos los incidentes, pero también permanecerá atenta a lo que diga en su mensaje inaugural, porque con base en ello sabremos a lo que nos tendremos que atener.

El martes, el columnista de El Universal Héctor de Mauleón narró que hace muchos años, frente a una taza de café, le oyó decir al expresidente Carlos Salinas de Gortari: “Uno no sabe nada de sí mismo hasta el primer día: el día de la toma de posesión. Ese día uno se conoce como presidente”.

Cuando le preguntó qué había sabido de sí mismo, le respondió que había sentido una inmensa soledad, que había sabido que pasara lo que pasara solo habría un responsable de lo que ocurriera.

Le agregó que el día de la toma de posesión, si se observa con atención, también los ciudadanos pueden llegar a saber, con cierta claridad, qué clase de sexenio se avecina, qué clase de presidente tendrán.

Le preguntó que cómo era eso. Le respondió que por el discurso, porque de entre todos los discursos ese, el primero, queda especialmente registrado; que ese discurso inicial puede estar cargado de señales.

Agregó que es posible intuir el sexenio también por lo que el nuevo presidente dice y hace.

Mañana, en unas cuántas horas más, nosotros lo sabremos también.

Ya tienen el sí pero no el dónde

Con excepción de quienes serán Secretarios, Directores y el Contralor, hasta ayer cientos de futuros nuevos funcionarios de distintos niveles no sabían exactamente en dónde quedarán colocados.

Eso hace pensar que muchos nombramientos se retrasarán porque tal vez hagan una reingeniería administrativa, se funcionen áreas de trabajo o desaparezcan, y que se vayan todos los yunistas.

Por otra parte, se va sabiendo que antes de empezar muchos ya dieron las gracias cuando supieron que trabajarían de lunes a sábado “las 24 horas” y por muy poco sueldo. Algunos llegaron pensando en sueldos de sesenta, setenta y cien mil pesos o más, pero cuando mucho alcanzarían veinticinco mil, sin compensación y pagando sus gastos. Dijeron adiós.

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